Iniciativa: Una historia para mi fantasma - La muñeca

¡Hola a todos! Ya ha llegado octubre, el mes de Halloween, y como cada año el blog Plegarias en la noche ha organizado una iniciativa para este mes, y yo me he sumado a ella. Esta vez la iniciativa se llama Una historia para mi fantasma.

En esta ocasión, todos los viernes de octubre a las 22 horas tenemos que publicar en nuestros respectivos blogs un cuento, poema o leyenda que gire en torno al tema de los fantasmas. Estos escritos pueden ser nuestros o de otro autor, en cuyo caso hay que indicar la autoría. En mi caso, cada semana publicaré un relato de fantasmas escrito por mí misma. Dicho esto, os dejo con la historia de hoy:

La muñeca 

Aquel día se cumplían seis meses desde que murió mi hermana. No fue algo inesperado, llevaba un tiempo luchando contra el cáncer. Pero sigue doliendo como un cuchillo clavado en las entrañas. Y lo más triste es que dejó huérfana a su hija de siete años. Como yo era su pariente viva más próxima, yo tuve que hacerme cargo de ella

La pobre niña pasó un mes sin hablar una palabra desde la muerte de su madre. Sin embargo, de pronto empezó a comportarse normalmente, como si aquella tragedia nunca hubiera sucedido. El psicólogo que la trataba me dijo que se había quedado en la negación, la primera fase del duelo. Su mente era incapaz de aceptar lo ocurrido. Yo empezaba a tener miedo por ella. ¿Y si se quedaba así para siempre? ¿Y si todo aquello le afectaba tanto que nunca podía tener una vida normal? 

Ese día entre en su dormitorio y la vi jugando con una muñeca. Al principio, no reconocí el juguete, no se parecía a ninguno de los que ella tenía. Era una muñeca de trapo de aspecto antiguo, con un vestido rojo y el cabello negro recogido en dos trenzas. Y de pronto la reconocí. Era la muñeca de mi hermana, la que llevaba a todas partes cuando era pequeña. Lo extraño es que yo mismo había vendido esa muñeca junto con el respecto de las pertenencias de la difunta.

- ¿De dónde has sacado esa muñeca? - pregunté. 

- La encontré por ahí. 

- ¡No me mientas! ¡No es posible que la tengas! 

Entiendo que no debí hablar así a una niña tan pequeña, pero era el aniversario de la muerte de mi hermana, y yo ya estaba bastante deprimida como para lidiar con más recuerdos del pasado.

- Me la ha dado mamá - dijo mi sobrina. 

Perdí los estribos.

- ¡Tu madre está muerta! ¡No es posible! ¡Y es hora de que lo comprendas! 

- ¡Es mentira! - la niña empezó a llorar - ¡Ella sigue yendo a verme, y cuida de mí! 

Me di la vuelta, tratando de contener la paciencia y no empezar a llorar yo también. Entonces sentí un viento frío en la nuca. Primero me quedé paralizada, y luego me giré muy despacio. 

Allí estaba ella. Una figura femenina pálida y delgada, vestida de blanco, con el cabello moreno largo hasta la cintura, como antes de que la quimioterapia se lo arrebatara. Me miró a los ojos y esbozó una sonrisa. Luego acarició la cabeza de su hija y se desvaneció por completo.